La Costa de la Muerte, Galicia, España
De Galicia todos conocemos las Rías Bajas, con su alegría de mar y terraza. Sin embargo, al norte, hay paisajes de sobrecogedora belleza. Alejados del bullicio del turismo costero, con la pena del chapapote todavía aún en el recuerdo y la autenticidad de vivir del mar, encontramos recorridos en las Rías Altas de Galicia como el de la Costa de la Muerte, desde Bergantiños hasta Finisterre.
Costa de la Muerte: leyendas y realidad
La Costa de la Muerte, A Costa da Morte, ya sólo su nombre destila un misterio que nos incita a recorrerla. Pero este nombre no es casual, pues multitud de naufragios han ocurrido en esta zona de la costa y han sido muchos los muertos que han llegado arrastrados por el mar a sus playas. Y con ellos toda una leyenda negra asociada al lugar.
De hecho, se habla de la existencia de un campo magnético que vuelve locos los instrumentos de medición y atrae de alguna manera a los barcos hasta las rocas de la costa. Sea como sea, magnetismo, cantos de sirenas o extrañas mareas, la peligrosidad del mar en esta zona no se puede obviar.
Recorriendo la Costa de la Muerte de norte a sur
No es difícil perderse por Galicia. Cuando se sale de las autopistas, se descubre que sus carreteras están impregnadas del mismo espíritu que sus gentes y en los cruces es complicado decidir. Pero tampoco la pérdida es tal, puesto que el sabor del mar nos va a llevar siempre al destino.
Quizás fue así como llegó a Camelle, el primer pueblo de nuestro ruta, el místico alemán Manfred “Man”. Llegó para quedarse, y con las piedras de la playa construyó un bosque artístico que se convirtió en un museo vivo al aire libre. Una lástima que la contaminación causada por el naufragio del barco petrolero Prestige arruinase todo ello.
Después de las dos playas de Camelle y Arou, empieza una impresionante y solitaria carretera junto a la costa, hasta Cabo Vilano. Poco frecuentada, esta carretera pasa por espectaculares acantilados que pueden hacer temblar las manos en el volante. Nada mejor que un descanso en el pequeño pueblo de Santa Mariña, si es que la empinadísima pendiente no consigue persuadirnos.
Por aquí, en la playa de Trece, donde naufragó en el siglo XIX el buque inglés The Serpert y los cuerpos de trescientos marineros llegaron a ella, siendo enterrados en el conocido como Cementerio Inglés del que aún quedan restos.
Desde esta playa, lo mejor es no continuar el camino y dar un pequeño rodeo hasta la hermosa localidad de Camariñas. En ella el encaje de bolillos alcanza cotas artísticas, al igual que los platos de sus restaurantes. En el paisaje hay lugares que hablan del interés que para todas las culturas ha supuesto esta zona, como demuestran los castros de Rega y Mourín.
Acercarse luego a Cabo Vilano permite contemplar en un día claro todo el perfil de la costa hasta Finisterre, no en vano es un punto de observación a 125 metros sobre el nivel del mar.
Siguiendo la ría encontramos Xaviña, Leis, Cerixo y Moraime, con sus hermosas iglesias románicas del siglo XII y su multitud de leyendas sobre vírgenes, santos y piedras milagrosas entre bellos paisajes. La belleza natural de lugares aún ajenos al ruido aparece una vez más en Lires, cerca ya de la frecuentada Finisterre.
Y llegamos a Finisterre, Finis Terrae, realmente el fin de nuestro recorrido. Nos encontramos en Finisterre con autobuses turísticos, mochileros y restos de seguidores de la new age esperando la puesta de sol. Pero como aún tenemos en el alma un poco de la soledad del recorrido realizado, nos queda sosiego para contemplar desde su altura un paisaje con nombres tan poéticos como: Playa do Rostro, mar de Afuera… ¿Cómo no amar la Costa de la Muerte?